La hija de Borgoña, Clotilde DAVENNE, creció en el campo, al pie del Morvan.

Esta infancia en la naturaleza forja su enfoque sensible del mundo. Todo son olores, sabores, colores, en una mezcla de sensaciones que se reinician a diario. Con la nariz en el aire y las papilas gustativas alerta, aprende los olores vegetales: tilo, acacia, menta, hierbas arrugadas, prados rosados, claros húmedos... También los del jardín: alcachofas, guisantes, judías que a menudo masticaba en el lugar. Juegos del huerto: cerezas, ciruelas, frambuesas y nueces, hasta el regreso a la cocina: mermelada, queso, pasteles... Capas olfativas que son un manjar.

Más tarde, Clotilde quiere aprovechar este potencial sensible: hacer vino, un oficio. Así que decide cursar estudios de enología.

Joven licenciada, se inicia en el tinto Beaujolais, descubre el vino espumoso de California, antes de volver a aclimatarse al blanco Borgoña.

Maestra de bodega, practica la expresión del terroir a través del vino que elabora desde 1989. Cientos de añadas bien formadas confirman un saber hacer que intenta perfeccionar constantemente.

«Mis vinos hablan de su tierra con gracia a través de la fruta de cada variedad de uva».

Clotilde Davenne.